A partir de la mínima
definición del cuento: narración breve de
carácter ficcional, podemos clasificar el género en su relación con el
discurso literario y con los restantes géneros narrativos.
Si tomamos el género
cuento en sí, podemos también proyectar diversos tipos de clasificación. Por
ejemplo:
Un cuento
es realista cuando sus elementos (hechos, personajes, tiempo o lugar)
representan una realidad posible, creíble o verosímil. Es fantástico, cuando algunos de sus elementos
son extraños, imposibles o inexplicables en el mundo que se
representa, o cuando apuestan, en todo caso, a una vacilación entre dos
explicaciones que jamás se resuelven: una racional (alguna causa lógica motivó
los hechos) y otra irracional (se ignoran las causas o son producto de fuerzas
desconocidas). El cuento es maravilloso,
cuanto todos sus elementos remiten a un mundo absolutamente imaginario y
sobrenatural. Y de ciencia ficción, cuando algunos o todos sus elementos representan o forman parte de un mundo alternativo —por lo general, ubicado en otro tiempo— y son posibles o creíbles
precisamente en ese mundo.
Si bien este sistema de clasificación es el más
habitual, admitamos que existen otros criterios (temáticos: cuentos psicológicos, de horror, policiales)
e, incluso, subclasificaciones. Por ejemplo:
El policial,
que constituiría
una variante del cuento realista, se caracterizó desde la segunda mitad del siglo XIX por la presentación de un enigma (un asesinato o un robo cuyo ejecutor
y cuyas causas eran desconocidas) que se
resolvía gracias a las impecables deducciones de un detective amateur, por
lo general aristócrata. En las primeras décadas de nuestro siglo, alrededor del año
30, en cambio, surgen relatos policiales cuyos
casos se resuelven, cuando lo hacen, sólo por la intervención violenta de un detective a sueldo.
Y se podrían plantear nuevas clasificaciones, porque una de las características del cuento es su flexibilidad, lo que le permite hacerse cargo de diversos discursos sociales (policíacos, tecnológicos, sentimentales, mítico-religiosos, etcétera). Además, sobre todo en estas últimas décadas, hay un fenómeno que contribuye a provocar mayor confusión en los amantes de las clasificaciones, y regocijo en los amantes de la variedad: el cruce de géneros. Por ejemplo: policiales de ciencia ficción, ciencia ficción de terror, realismo mágico, etcétera. Se trata de un fenómeno que no es exclusivo del cuento —afecta también a la novela— ni de la literatura, ya que también se da en otros discursos (cine, televisión, música, etc.)
Y se podrían plantear nuevas clasificaciones, porque una de las características del cuento es su flexibilidad, lo que le permite hacerse cargo de diversos discursos sociales (policíacos, tecnológicos, sentimentales, mítico-religiosos, etcétera). Además, sobre todo en estas últimas décadas, hay un fenómeno que contribuye a provocar mayor confusión en los amantes de las clasificaciones, y regocijo en los amantes de la variedad: el cruce de géneros. Por ejemplo: policiales de ciencia ficción, ciencia ficción de terror, realismo mágico, etcétera. Se trata de un fenómeno que no es exclusivo del cuento —afecta también a la novela— ni de la literatura, ya que también se da en otros discursos (cine, televisión, música, etc.)