"El héroe verdadero de El Eternauta es un héroe colectivo, un grupo humano. Refleja así, aunque sin intención previa, mi sentir íntimo: el único héroe válido es el héroe “en grupo”, nunca el héroe individual, el héroe solo" (Oesterheld, El Eternauta)

sábado, 3 de marzo de 2012

Algunas clasificaciones del cuento

A partir de la mínima definición del cuento: narración breve de carácter ficcional, podemos clasificar el género en su relación con el discurso literario y con los restantes géneros narrativos.












Si tomamos el género cuento en sí, podemos también proyectar diversos tipos de clasificación. Por ejemplo:



 Teniendo en cuenta que a lo largo de todo el siglo XIX hasta hoy, el cuento moderno en­sayó diversas posibilidades que giran en torno a las fronteras entre la ficción y la no ficción, podríamos, siguiendo este criterio, hacer la siguiente clasificación:


Un cuento es realista cuando sus elementos (hechos, personajes, tiempo o lugar) representan una realidad posible, creíble o verosímil. Es fantástico, cuando algunos de sus elementos son extraños, imposibles o inexplicables en el mundo que se representa, o cuando apuestan, en todo caso, a una vacilación entre dos explicaciones que jamás se resuelven: una racional (alguna causa lógica motivó los hechos) y otra irracional (se ignoran las causas o son producto de fuerzas des­conocidas). El cuento es maravilloso, cuanto todos sus elementos remiten a un mundo absolutamente imaginario y sobrenatural. Y de ciencia ficción, cuando algunos o todos sus elementos representan o forman parte de un mundo alternativo por lo general, ubicado en otro tiempo— y son posibles o creíbles precisamente en ese mundo.

 

Si bien este sistema de clasificación es el más habitual, admitamos que existen otros criterios (temáticos: cuentos psicológicos, de horror, policiales) e, incluso, subclasificaciones. Por ejemplo:




El policial, que constituiría una variante del cuento realista, se caracterizó desde la segunda mitad del si­glo XIX por la presentación de un enigma (un asesinato o un robo cuyo ejecutor y cuyas causas eran desconocidas) que se resolvía gracias a las impecables deducciones de un detective amateur, por lo general aris­tócrata. En las primeras décadas de nuestro siglo, alrededor del año 30, en cambio, surgen relatos policiales cuyos casos se resuelven, cuando lo hacen, sólo por la intervención violenta de un detective a sueldo. 


  Y se podrían plantear nuevas clasificaciones, porque una de las características del cuento es su flexibilidad, lo que le permite hacerse cargo de diversos discursos sociales (policíacos, tecnológicos, sentimentales, mítico-religiosos, etcétera). Además, sobre todo en estas últimas décadas, hay un fenómeno que contribuye a provocar mayor confusión en los amantes de las clasificaciones, y regocijo en los amantes de la variedad: el cruce de géneros. Por ejemplo: policiales de ciencia ficción, ciencia ficción de terror, realismo mágico, etcétera. Se trata de un fe­nómeno que no es exclusivo del cuento afecta también a la nove­la ni de la literatura, ya que también se da en otros discursos (cine, televisión, música, etc.)




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