"El héroe verdadero de El Eternauta es un héroe colectivo, un grupo humano. Refleja así, aunque sin intención previa, mi sentir íntimo: el único héroe válido es el héroe “en grupo”, nunca el héroe individual, el héroe solo" (Oesterheld, El Eternauta)

domingo, 4 de marzo de 2012

ASPECTOS CARACTERÍSTICOS DE LA NARRACIÓN


LA SECUENCIA

Toda narración —desde una crónica periodística hasta una nove­la— relata hechos o acontecimientos que se suceden en el tiempo. Así se representa el orden temporal de una historia: un hecho ocu­rre después de otro. También, su orden lógico: un hecho es la causa de otro que es su efecto. De allí que la secuencia narrativa sea pre­dominantemente cronológica y lógica, aunque también hay otro tipo de secuencia posible.
La secuencia es un encadenamiento de hechos y, si se alterase alguno de ellos, toda la secuencia variaría.

En relación con el cuento, la secuencia típica puede resumirse en tres momentos: una situación inicial o introducción, un conflicto o complicación o nudo y una resolución o desenlace. La brevedad del género impone un límite a la secuencia.

En la situación inicial por lo general, se presentan el lugar, el tiempo y los personajes. Los cuentos folclóricos y los maravillosos suelen apelar, además, a fórmulas fijas o incipit (en latín, 'comienzo'): "Había una vez...", “Érase que se era...". Estas frases son muy efectivas ya que, rápidamente, nos instalan en el mundo de la ficción.
En los cuentos modernos, que pretenden confundir los límites en­tre la ficción y la no ficción, esas fórmulas desaparecen. Por eso, los puntos de partida son muy disímiles. Sin embargo, podemos esque­matizarlos en tres variantes:

§          es posible presentar la historia desde el origen (por ejemplo: "Todo comenzó cuando...");
§          también puede presentársela ya iniciada o in media res (que en latín significa "en el medio de la situación");
§          comenzando por el final ("Cuando recuerdo aquellos días...").

    Como se ve, en los dos últimos casos el orden en que ocurrieron los hechos y el orden en que se los relata no coinciden. Esto estable­ce un tipo de secuencia que no es cronológica sino anacrónica, es decir, sin sincronía entre la historia y el relato que de ella se hace.

El conflicto ocupa la parte más extensa del relato. Es lo que define el cuento como tal. Si bien muchos cuentos pueden nacer de una frase, la mayoría se elabora a partir de con­flictos, es decir, de tensiones entre fuerzas opuestas. Al margen de su variedad, pueden resumirse en tres ti­pos básicos: con una fuerza humana, con una fuerza no humana (animales, naturaleza, seres fabulosos) o con una fuerza interior (una duda, la angustia, etcétera).

La resolución, por su parte, tiende a ser breve. Cumple la función de cerrar (definitiva o provisoria­mente) el conflicto. Puede restablecer el equilibrio ini­cial o crear una nueva situación que pone fin a ese con­flicto, de una manera favorable o desfavorable.
En los cuentos folclóricos y maravillosos se incluyen fórmulas de cierre ("Y colorín colorado") y moralejas, es decir, sentencias de carácter moral. En el cuento moderno, la función esté­tica sustituyó ese aspecto didáctico, por lo que los fi­nales, además de variados, suelen quedar librados a la interpretación del lector.


LAS EXPANSIONES

Todo cuento puede resumirse, por lo menos, en una secuencia de tres hechos principales: situación inicial, conflicto, resolución. Se los denomina núcleos narra­tivos. Los núcleos son aquellos acontecimientos que organizan una narración y que, en consecuencia, permiten el avance del relato. Sin embargo, un narrador no se limita a plan­tear núcleos narrativos, sino que, además, puede desplegar un  hecho por medio del relato de acciones menores, de monólogos y diálogos, de comentarios del narrador, de descripciones.
A estos elementos —acciones menores, descripciones, monólogos, diálogos, comen­tarios o reflexiones del narrador—, se los denomina expansiones, precisamente por­que expanden o desarrollan cada uno de los núcleos de una historia.
Si bien las expansiones pueden ser ilimitadas, es decir, cualquier hecho puede descom­ponerse en una amplísima variedad de acciones menores, en el cuento siempre están controladas debido a la brevedad del género. Además, en el cuento moderno, es el es­critor el que decide no sólo la disposición de los núcleos sino también la inclusión o am­pliación de expansiones en función del efecto que pretende provocar en el lector.
Una finalidad de las expansiones es la de proporcionar indicios o pistas que permi­tan reconstruir una situación (el ambiente, la vida de un personaje, su pensamiento, sus sentimientos, etcétera). También, informaciones directas (desde el nombre del personaje hasta el lugar o la fecha en que ocurrieron los hechos). Indicios e informaciones tienden a gene­rar un efecto de verosimilitud en el relato.
Otra finalidad es la de crear intriga, suspenso o mayor tensión en el cuento. Si los núcleos hacen avan­zar la narración, las expansiones lo detienen (o hacen su marcha más lenta o desvían el hilo narrativo que conduce a la resolución).
En los cuentos modernos, podemos advertir —de un modo muy general— dos grandes tendencias: cuentos más concentrados en los núcleos (y por eso, predominantemente narrativos) y cuentos expandidos (y por eso, con presencia mayor de lo descriptivo, lo conversacional, lo explicativo o lo argumenta­tivo, según el tipo de expansión). En el siglo XX, algunos cuentistas han intentado construir cuentos en los que —prácticamente— nada ocurre: una historia ahogada por las expansiones.


LOS PERSONAJES

Los personajes son aquellos que protagoni­zan las acciones. Pueden representar a huma­nos (como en los cuentos realistas) o a no hu­manos (seres fabulosos o inanimados en los cuentos maravillosos; alienígenas, en los cuen­tos de ciencia ficción). Por tratarse de una na­rración breve, los cuentos suelen presentar pocos personajes.
 En los relatos folclóricos, los personajes son más bien esquemáti­cos. Representan ideas o valores como la bondad, la maldad, la ino­cencia, la hipocresía. Se trata de estereotipos comunes más que de individuos, por eso se los nombra en forma genérica (madrastra, rey, hada, zorro) y sus acciones son previsibles (las madrastras y las bru­jas son crueles; el zorro y el lobo son embaucadores; etcétera).
La narrativa moderna, en cambio, busca representar tipos especia­les, más individualizados. De allí que se presenten indicios o informa­ciones directas que permiten no sólo reconstruir el aspecto físico o la biografía (ficticia, claro) del personaje, sino también su psicología, su cualidad moral, etcétera.
En ese sentido, los personajes de un cuento moderno suelen ser imprevisibles (el lector ignora qué pueden llegar a hacer). Sin embargo, es posible resumir los diversos pape­les que desempeñan los personajes de un cuento en unas pocas funciones:
§          El sujeto es quien tiene un proyecto que quiere alcanzar.
§          El ayudante y el oponente (pueden ser más de uno; hu­manos o no humanos) facilitan u obstaculizan, respectiva­mente, la realización de ese proyecto.
§          En esa relación entre sujeto-ayudante-oponente, hay un cuarto elemen­to: el objeto, aquello que persigue el sujeto. Puede ser otro personaje, un bien material, ciertos valores, etcétera.

Advertir el objeto que persiguen los distintos personajes permite analizar desde distintos puntos de vista las acciones. Es decir, posibi­lita observar los distintos tipos de conflicto, tensiones, o intereses contrapuestos que pueden presentarse. No hay historia sin conflicto, sin un personaje que persiga algún objeto y, al mismo tiempo, se en­frente con obstáculos.
Además, en los cuentos modernos se suma otra complejidad: el objeto que persigue el sujeto no siempre se advierte con claridad. O hay más de uno. O, a lo largo del relato, el objeto se transforma has­ta llegar —inclusive— a convertirse en su contrario.


EL RELATO DE LOS HECHOS

   La sucesión cronológica y lógica de los he­chos pertenece al orden de la historia, en cambio, el modo en que un narrador dispone los hechos en el tiempo y despliega una versión sobre ellos mismos, tiene que ver con lo que se denomina el orden del relato.

EL TIEMPO

El orden de los hechos ocurridos es cronológico y lógico o, dicho de otro modo, es sucesivo, lineal. Sin embargo, el escritor puede en­sayar otras posibilidades: fracturar la historia, intercalar otras historias en la principal, invertir el orden de los he­chos, etcétera. En el relato, todas las variantes son posibles.
El escritor moderno no sólo se atiene a la historia que quiere contar sino que, además, imagina la manera en que con­viene disponer los hechos que va a narrar. Al elegir un orden, el escritor está decidiendo el modo en que el lector se irá aproxi­mando a cada uno de los hechos que componen el relato. Cuando nos referimos a la mayor elaboración del cuento moderno en relación con el folclórico (de carác­ter lineal), debemos considerar la organización del relato como uno de los aspectos que contribuye a esa complejidad.

EL NARRADOR

En primer término es conveniente recordar la distinción entre el autor y el narrador. El au­tor es la persona real que escribe el texto. Su nombre y apellido, así como sus referencias per­sonales (datos biográficos, relación con las instituciones, etcétera), aparecen en los elementos paratextuales: la tapa, la portada, la solapa, etcétera. En las narraciones ficcionales en general y en el cuento en particular, el narrador es, en cambio, aquel que relata los hechos. Es decir, una invención del autor que le permite contar la historia desde un punto de vista determinado.
La diferencia fundamental entre las narraciones no ficcionales (la crónica periodística, el relato histórico, la biografía, por ejemplo) y las ficcionales (tanto el cuento como la novela o el relato largo) es que, en estas últimas, autor y narrador son diferentes.
Es cierto que la vida real de un escritor se relaciona con su obra. Sin embargo, la li­teratura sólo se vincula indirectamente con la realidad y esto vale también para la relación del autor con su obra. Por otra parte, si identificáramos al autor y al narrador de una narración ficcional, dejaríamos de observar su obra como discurso literario para considerarla de otro modo: como testimonio, confesión o diario íntimo.
En segundo lugar, es necesario observar las distintas relaciones que se establecen entre el narrador y el personaje. Ambos son ficciones; es decir, creaciones del escritor. Pueden coinci­dir y, en ese caso, se presenta un narrador en primera persona. O bien pueden ser diferentes: se presenta, entonces, un relato en tercera persona.
Los relatos en primera persona, en los que alguien cuenta la historia "desde adentro", producen un efecto de mayor subjetividad o acercamiento en relación con los hechos que se narran. Esa subjetividad se advierte no sólo por la manera en que el narrador se refiere a los acontecimientos o a las personas con que se enfrenta sino, sobre todo, porque el mundo narrado (hechos, circunstancias menores, tiempo, lugar, personajes) se da a conocer al lector a través de la mirada de alguien que es­tá involucrado en la historia como participan­te. Se da a conocer y, al mismo tiempo, se oculta, porque el narrador en primera perso­na presenta siempre una visión parcial e inte­resada de los hechos. A este tipo de narrador se lo denomina interno.
Los relatos en tercera persona, en los que alguien cuenta la historia desde fue­ra, provocan un efecto de mayor objetivi­dad o distanciamiento. En este caso, el mundo narrado se manifiesta a través de la mirada de alguien que no está vinculado di­rectamente con la historia, que no partici­pa. Se trata de un narrador externo.
Tanto al referirnos a la subjetividad como a la objetividad, indicamos que se trataba de efectos. Nada en el discurso es objetivo y aún menos en el discurso literario, que resul­ta de la construcción deliberada de un escritor.
Por otra parte, hay otro aspecto a considerar en relación con el narrador. Si éste cam­bia, cambia la mirada sobre lo narrado y, en consecuencia, el cuento se altera. Los hechos pueden ser los mismos, pero, por distintos motivos, el modo en que son presentados es diferente. En primer lugar, porque cada narrador tiene intenciones distintas.
Además, cada narrador tiene distintos grados de conocimiento so­bre los hechos. El narrador en primera persona tiene el mismo co­nocimiento que uno de los personajes de la historia: cuenta sólo aquello que le tocó vivir a ese personaje. El narrador en tercera per­sona testigo tiene menos conocimiento que cualquiera de los per­sonajes: cuenta sólo aquello que presenció, que le fue informado o le contaron.
Al narrador en tercera que tiene más conocimiento que todos sus personajes y sabe lo que piensan, lo que sienten, su destino final, etcétera, se lo denomina omnisciente (del latín, omni, “todo”; sciente, “que sabe”).
El cuento moderno ha experimentado también otras posibilidades: combinaciones —el relato en tercera persona se interrumpe pa­ra dejar paso a una primera— o casos fronterizos —un narrador en tercera que sólo sabe lo que saben los personajes.
Al margen de estas y otras posibilidades, lo que se pone en juego en relación con la figura del narrador es, por un lado, el grado de co­nocimiento de la historia y el interés por contarla. Por otro lado, la verosimilitud de la historia. De allí que los narradores en primera in­sistan en que su relato fue una experiencia vivida (como una anécdo­ta o parte de una autobiografía). O que los narradores testigo afirmen que sólo cuentan a partir de los datos que obtuvieron (como si esa historia fuera real y ellos la transmitieran fielmente).

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