LA SECUENCIA
Toda narración —desde una crónica periodística hasta una novela— relata hechos o acontecimientos que se suceden
en el tiempo. Así se representa el orden
temporal de una historia: un hecho ocurre después de otro. También, su orden
lógico: un hecho es la causa de otro que es su efecto. De allí que la secuencia narrativa sea predominantemente cronológica y lógica, aunque también hay otro tipo de secuencia posible.
La secuencia es un
encadenamiento de hechos y, si se alterase
alguno de ellos, toda la secuencia variaría.
En relación con el cuento, la secuencia típica puede resumirse en tres
momentos: una situación inicial o
introducción, un conflicto o
complicación o nudo y una resolución
o desenlace. La brevedad del género impone un límite a la secuencia.
En la situación inicial por
lo general, se presentan el lugar,
el tiempo y los personajes. Los cuentos folclóricos y los maravillosos suelen
apelar, además, a fórmulas fijas o incipit (en latín, 'comienzo'): "Había una vez...", “Érase que se
era...". Estas frases son muy efectivas ya que, rápidamente, nos
instalan en el mundo de la ficción.
En los cuentos modernos, que pretenden confundir los límites entre la
ficción y la no ficción, esas fórmulas desaparecen. Por eso, los puntos de
partida son muy disímiles. Sin embargo, podemos esquematizarlos en tres variantes:
§
es
posible presentar la historia desde el origen (por ejemplo: "Todo
comenzó cuando...");
§
también
puede presentársela ya iniciada o in
media res (que en latín significa "en el medio de la situación");
§
comenzando
por el final ("Cuando recuerdo aquellos días...").
Como se ve, en los dos últimos casos el
orden en que ocurrieron los hechos y el orden en que se los relata no
coinciden. Esto establece un tipo de secuencia que no es cronológica sino anacrónica, es decir, sin sincronía
entre la historia y el relato que de ella se hace.
El conflicto ocupa la parte
más extensa del relato. Es lo que define el cuento como tal. Si bien muchos
cuentos pueden nacer de una frase, la mayoría se elabora a partir de conflictos,
es decir, de tensiones entre fuerzas
opuestas. Al margen de su variedad, pueden resumirse en tres tipos básicos: con una fuerza humana, con una fuerza no humana (animales, naturaleza,
seres fabulosos) o con una fuerza
interior (una duda, la angustia, etcétera).
La resolución, por su
parte, tiende a ser breve. Cumple la función de cerrar (definitiva o provisoriamente) el conflicto. Puede restablecer el equilibrio inicial o crear una
nueva situación que pone fin a ese conflicto, de una manera favorable o
desfavorable.
En los cuentos folclóricos y maravillosos se incluyen fórmulas de
cierre ("Y colorín colorado")
y moralejas, es decir, sentencias de carácter moral. En el cuento moderno, la
función estética sustituyó ese aspecto didáctico, por lo que los finales,
además de variados, suelen quedar librados a la interpretación del lector.
LAS EXPANSIONES
Todo cuento puede resumirse, por lo menos, en una secuencia de tres hechos principales: situación
inicial, conflicto, resolución. Se los denomina núcleos narrativos.
Los núcleos son aquellos
acontecimientos que organizan una narración y que, en consecuencia, permiten
el avance del relato. Sin embargo, un narrador no se limita a plantear núcleos narrativos, sino que, además, puede
desplegar un hecho por medio del relato
de acciones menores, de monólogos y diálogos,
de comentarios del narrador, de descripciones.
A estos elementos —acciones menores,
descripciones, monólogos, diálogos, comentarios o reflexiones del narrador—, se los denomina expansiones,
precisamente porque expanden o
desarrollan cada uno de los núcleos de una historia.
Si bien las expansiones pueden ser ilimitadas, es decir, cualquier
hecho puede descomponerse en una amplísima variedad de acciones menores, en el
cuento siempre están controladas debido a la
brevedad del género. Además, en el cuento moderno, es el escritor el que
decide no sólo la disposición de los núcleos sino también la inclusión o ampliación
de expansiones en función del efecto que pretende provocar en el lector.
Una finalidad
de las expansiones es la de proporcionar indicios o pistas que permitan reconstruir una situación (el ambiente, la
vida de un personaje, su pensamiento, sus sentimientos, etcétera). También, informaciones
directas (desde el nombre del personaje hasta el lugar o la fecha en que ocurrieron
los hechos). Indicios e informaciones
tienden a generar un efecto de verosimilitud en el relato.
Otra finalidad es la de crear intriga, suspenso o mayor tensión en el cuento. Si
los núcleos hacen avanzar la narración, las expansiones lo detienen (o hacen su marcha más lenta o desvían el hilo narrativo que conduce a la resolución).
En los cuentos modernos, podemos advertir —de
un modo muy general— dos grandes tendencias: cuentos más concentrados en los
núcleos (y por eso, predominantemente narrativos) y cuentos expandidos (y por
eso, con presencia mayor de lo descriptivo, lo conversacional, lo explicativo o
lo argumentativo, según el tipo de expansión). En el siglo XX, algunos cuentistas han intentado construir
cuentos en los que
—prácticamente— nada ocurre: una historia ahogada por las expansiones.
LOS PERSONAJES
Los personajes
son aquellos que protagonizan las
acciones. Pueden representar a humanos (como en los cuentos realistas) o a
no humanos (seres fabulosos o inanimados en los cuentos maravillosos;
alienígenas, en los cuentos de ciencia ficción). Por tratarse de una narración
breve, los cuentos suelen presentar pocos personajes.
En los relatos folclóricos, los personajes son
más bien esquemáticos. Representan
ideas o valores como la bondad, la maldad, la inocencia, la hipocresía. Se
trata de estereotipos comunes más que de individuos, por eso se los nombra en
forma genérica (madrastra, rey, hada, zorro) y sus acciones son previsibles
(las madrastras y las brujas son crueles; el zorro y el lobo son embaucadores;
etcétera).
La narrativa
moderna, en cambio, busca representar tipos
especiales, más individualizados. De allí que se presenten indicios o
informaciones directas que permiten no sólo reconstruir el aspecto físico o la
biografía (ficticia, claro) del personaje, sino también su psicología, su
cualidad moral, etcétera.
En ese sentido, los personajes de un cuento
moderno suelen ser imprevisibles (el
lector ignora qué pueden llegar a hacer). Sin embargo, es posible resumir los
diversos papeles que desempeñan los personajes de un cuento en unas pocas
funciones:
§
El
sujeto es quien tiene un proyecto
que quiere alcanzar.
§
El
ayudante y el oponente (pueden ser más de uno; humanos o no humanos) facilitan u
obstaculizan, respectivamente, la realización de ese proyecto.
§
En
esa relación entre sujeto-ayudante-oponente, hay un cuarto elemento: el objeto, aquello que persigue el sujeto.
Puede ser otro personaje, un bien material, ciertos valores, etcétera.
Advertir el objeto que persiguen los distintos personajes permite analizar
desde distintos puntos de vista las acciones. Es decir, posibilita observar los distintos tipos de conflicto, tensiones, o
intereses contrapuestos que pueden presentarse. No hay historia sin conflicto, sin un personaje que persiga algún
objeto y, al mismo tiempo, se enfrente con obstáculos.
Además, en los cuentos modernos se suma otra
complejidad: el objeto que persigue el sujeto no siempre se advierte con
claridad. O hay más de uno. O, a lo largo del relato, el objeto se transforma
hasta llegar —inclusive— a convertirse en su contrario.
EL RELATO DE LOS HECHOS
La sucesión cronológica y lógica de los hechos
pertenece al orden de la historia, en cambio, el modo en que un narrador dispone los hechos en el tiempo y despliega una versión sobre
ellos mismos, tiene que ver con lo que se denomina el orden del relato.
EL TIEMPO
El orden de los hechos ocurridos es cronológico y
lógico o, dicho de otro modo, es sucesivo, lineal. Sin embargo, el escritor
puede ensayar otras posibilidades: fracturar la historia, intercalar otras
historias en la principal, invertir el orden de los hechos, etcétera.
En el relato, todas las variantes son posibles.
El escritor moderno no sólo se atiene a la historia
que quiere contar sino que, además, imagina la manera en que conviene disponer
los hechos que va a narrar. Al elegir un orden, el escritor está decidiendo el modo en que el lector se irá aproximando
a cada uno de los hechos que componen el relato. Cuando nos referimos a la
mayor elaboración del cuento moderno en relación con el folclórico (de carácter
lineal), debemos considerar la organización del relato como uno de los aspectos
que contribuye a esa complejidad.
EL NARRADOR
En primer término es conveniente recordar la
distinción entre el autor y el narrador. El autor es la persona real
que escribe el texto. Su nombre y apellido, así como sus referencias personales
(datos biográficos, relación con las instituciones, etcétera), aparecen en los
elementos paratextuales: la tapa, la portada, la solapa, etcétera. En las
narraciones ficcionales en general y en el cuento en particular, el narrador es, en cambio, aquel que relata los hechos. Es decir, una invención del autor que le permite contar la historia desde un punto
de vista determinado.
La diferencia fundamental entre las narraciones
no ficcionales (la crónica periodística, el relato histórico, la biografía, por
ejemplo) y las ficcionales (tanto el cuento como la novela o el relato largo)
es que, en estas últimas, autor y narrador son diferentes.
Es cierto que la vida real de un escritor se
relaciona con su obra. Sin embargo, la literatura sólo se vincula indirectamente
con la realidad y esto vale también para la relación del autor con su obra. Por
otra parte, si identificáramos al autor y al narrador de una narración
ficcional, dejaríamos de observar su obra como discurso literario para
considerarla de otro modo: como testimonio, confesión o diario íntimo.
En segundo lugar, es necesario observar las
distintas relaciones que se establecen entre el narrador y el personaje.
Ambos son ficciones; es decir,
creaciones del escritor. Pueden coincidir
y, en ese caso, se presenta un narrador
en primera persona. O bien pueden ser
diferentes: se presenta, entonces,
un relato en tercera persona.
Los relatos en primera persona, en los que alguien cuenta la historia
"desde adentro", producen
un efecto de mayor subjetividad o acercamiento en
relación con los hechos que se narran.
Esa subjetividad se advierte no sólo por la
manera en que el narrador se refiere a los acontecimientos o a las
personas con que se
enfrenta sino, sobre todo, porque el mundo narrado (hechos, circunstancias menores, tiempo, lugar, personajes) se da a conocer al lector a través de la mirada de alguien que está involucrado en la historia como participante.
Se da a conocer y, al mismo tiempo, se oculta, porque el narrador en primera persona presenta siempre una visión
parcial e interesada de los hechos.
A este tipo de narrador se lo denomina interno.
Los relatos en tercera persona, en los que alguien cuenta la historia desde fuera, provocan un efecto de mayor objetividad o
distanciamiento. En este
caso, el mundo narrado se manifiesta a través de la mirada
de alguien que no está vinculado directamente
con la historia, que no participa. Se trata de un narrador externo.
Tanto al referirnos a la subjetividad como a la
objetividad, indicamos que se trataba de efectos. Nada en el discurso es
objetivo y aún menos en el discurso literario, que resulta de la construcción deliberada de un
escritor.
Por otra parte, hay otro aspecto a considerar
en relación con el narrador. Si éste cambia, cambia la
mirada sobre lo narrado y, en consecuencia, el cuento se altera. Los hechos
pueden ser los mismos, pero, por distintos motivos, el modo en que son
presentados es diferente. En primer lugar, porque cada narrador tiene
intenciones distintas.
Además, cada narrador tiene distintos
grados de conocimiento sobre los hechos. El narrador
en primera persona tiene el mismo conocimiento que uno de los
personajes de la historia: cuenta sólo aquello que le tocó vivir a ese personaje. El narrador en tercera persona testigo tiene menos conocimiento que cualquiera de los personajes: cuenta sólo
aquello que presenció, que le fue informado o le contaron.
Al narrador en tercera que tiene más conocimiento que todos sus
personajes y sabe lo que piensan,
lo que sienten, su destino final, etcétera, se lo
denomina omnisciente (del latín, omni, “todo”; sciente, “que sabe”).
El cuento moderno ha experimentado también otras
posibilidades: combinaciones —el relato en tercera persona se interrumpe para
dejar paso a una primera— o casos fronterizos —un narrador en tercera que sólo
sabe lo que saben los personajes.
Al margen de estas y otras posibilidades, lo que se pone en juego en relación con la figura del narrador es, por un
lado, el grado de conocimiento de la
historia y el interés por contarla. Por otro lado, la verosimilitud de la historia. De allí que los narradores en
primera insistan en que su relato fue una experiencia vivida (como una
anécdota o parte de una autobiografía). O
que los narradores testigo afirmen que sólo cuentan a partir de los datos que
obtuvieron (como si esa historia fuera real y ellos la transmitieran fielmente).