"El héroe verdadero de El Eternauta es un héroe colectivo, un grupo humano. Refleja así, aunque sin intención previa, mi sentir íntimo: el único héroe válido es el héroe “en grupo”, nunca el héroe individual, el héroe solo" (Oesterheld, El Eternauta)

jueves, 8 de marzo de 2012

MITO CLÁSICO Y EPOPEYA


Los poemas épicos o epopeyas son obras narrativas muy extensas, escritas en verso, que antes de adoptar forma escrita circularon de boca en boca, recitadas por cantores. Relatan hazañas de héroes, es decir, de personajes consi­derados modelos en las épocas en las que un pue­blo revitaliza sus valores y su capacidad para or­ganizarse, en muchos casos midiéndose con otros pueblos y guerreando con ellos; en una palabra, cuando un pueblo toma conciencia de su identi­dad. Podría decirse que los poemas épicos regis­tran esas marcas de la identidad colectiva, de la que ellos mismos forman parte.

Los héroes de estos poemas épicos, que en al­gunos casos son sujetos históricos, adquieren una dimensión mítica: el narrador los exalta y hasta los endiosa; sus actitudes, acciones y capacidades son extraordinarias. Se los muestra como la representación máxima de lo que "debe ser" una persona comprometida con el destino de su pue­blo. En el caso de la Ilíada y la Odisea, los dioses y semidioses también participan del mundo he­roico poetizado.

La epopeya griega reúne el mito y la historia, el relato de los orígenes del hombre con el relato de la fundación de la nación.

Los héroes épicos o de las epopeyas cumplen con tareas o llevan adelante acciones que los ponen a prueba. Puede decirse que, para ellos, las acciones que realizan son pruebas. Salir victoriosos de esas pruebas es, justamente, lo que los transforma en héroes.
El descenso al Infierno como viaje al mundo subterráneo de los muertos es un hecho fundamental en el recorrido de los grandes héroes de los poemas épicos clásicos. El héroe suele ir a ese lugar buscando una respuesta, y sale de esa experiencia con un mayor conocimiento de sí mismo: de su alma o de su destino. Ese descenso al Infierno adquiere, en la literatura moderna y contemporánea, otras características, pudiendo presentarse de modo más simbólico: un personaje "desciende al Infierno" cuando pasa por una experiencia extrema, del que sale más sabio y más preparado para comprender el mundo, a los otros y a sí mismo.

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