Código Postal estaba feliz
con su vida. Todo estaba
en su lugar. Todo era como debía ser y el
futuro se presentaba tan prometedor como esa primera mitad de su vida que estaba transcurriendo con tanta plenitud. Era Preguntador y eso le
había posibilitado hacerse de un
nombre de la Vieja Época, cosa que solo se le permitía a los
Ordenadores, a los Encontrantes y a los
Preguntadores. El resto de los Respirantes tenía que conformarse con la
combinación de cuatro letras y de
cuatro números que les había tocado en
suerte y todavía recordaba con desagrado cuando su madre lo llamaba a comer. Ese "ALMN4728, es
hora de alimentarse" todavía le
retumbaba en el cerebro como un mal sueño. Por supuesto que los
Malcontestantes no contaban, entre otras cosas porque duraban en esa condición unos pocos segundos. Cuando se lo designó Preguntador y se le permitió acceder a los
archivos de la Vieja Época para
hacerse de un nombre entre las cosas que habían existido en esos lejanos
tiempos sintió que empezaba a tocar
el cielo con las manos. Eligió Código Postal porque le gustó la
sonoridad y aunque siempre ignoró para qué
había servido en aquellos días de
barbarie vagamente sentía que había elegido bien. O al menos así prefería
pensarlo.
Tampoco se había equivocado con el trabajo. Ser Preguntador era por mucho lo mejor que le había
pasado en la vida. Incluyendo a
ZZHT7719. Ella era una buena noticia al llegar al hogar y no era mala cosa tenerla en las noches, pero no se
podía comparar con el enorme
respeto que sentía por sí mismo cada vez que se ponía su uniforme de Preguntador todas las mañanas.
Lo había hablado con sus
compañeras mujeres y a ellas les pasaba lo mismo
con los hombres que les habían tocado. Era
lindo que estuvieran pero si un día tuvieran que desaparecer por alguna causa,
nada cambiaría mucho. Todo seguiría
más o menos igual. En cambio, sencillamente
no podía imaginar la vida sin su rutina de Preguntador. Además hacía bien su
trabajo. Sus jefes se lo habían
hecho notar en varias oportunidades. Hasta el mismísimo Mano Única lo había parado una vez en los pasillos del
Ministerio de las Preguntas.
-Código Postal -le
había dicho-, hace usted sus preguntas como
si ya supiera las respuestas. No había elogio
más contundente y cuando sus compañeros se enteraron, muchas miradas cambiaron el modo en que lo enfocaban. En
todo eso pensaba ahora que golpeaba en la puerta de una casa cualquiera
de la zona que le había tocado esa mañana. De adentro se escuchó una voz de mujer.
-¿Quién es?
-Preguntador -respondió. Sin palabras de más, sin
palabras de menos. Abrieron.
Código Postal revisó sus notas.
-¿FTYM4581?
-dijo sin levantar la vista.
-Soy yo -contestó la
mujer.
-Unas
preguntas. Rutina. -Y sin esperar, entró a la pequeña
habitación.
-¿Respira
usted aquí con RAST2260 y con MJKY2188?
-Así
es -dijo la mujer con marcada indiferencia.
-¿Son ellos? -preguntó
Código Postal señalando a dos jóvenes que permanecían sentados en la semipenumbra del cuarto.
-Son
ellos.
-¿Han
mirado la luna en los días pares del último mes?
-No.
-¿Le han dirigido la palabra a mujeres vestidas con algo blanco en las calles que dan
al este?
-No.
-¿Han ladrado
en la noche de los últimos tres sábados con
un gorro de lana azul en la cabeza y un solo guante naranja en la mano izquierda?
-Sí -respondió la mujer. Cuatro veces el primer sábado, dos el segundo y cinco el
tercero. Así estaba ordenado
en el último edicto.[1]
-En efecto -asintió Código Postal-. Así estaba ordenado. Es usted una
buena ciudadana. Mi sensor de mentiras me
informa que ha dicho usted la verdad. Recuerde que cualquier violación de los edictos se castiga con la muerte
en el mismo instante en que la infracción queda registrada. Y ahora
permítame recordarle los considerandos[2]
de los edictos y las últimas órdenes.
-¿Es necesario? -quiso saber la mujer con gesto de fatiga.
![]() |
Fotograma del film de ciencia ficción Fase 7 |
-Ninguna
-resopló la mujer.
Código Postal salió a la calle feliz. Todo estaba
en su lugar. Él era un Preguntador, tenía un trabajo maravilloso y la vida
merecía ser vivida.