Heinrich Hofmann; Cristo y el joven rico (parábola bíblica) |
Todas
las personas interesadas en que el camello pase por el ojo de la aguja, deben
inscribir su nombre en la lista de patrocinadores del experimento Niklaus.
Desprendido de un grupo de sabios mortíferos, de esos que manipulan el
uranio, el cobalto y el hidrógeno, Arpad Niklaus deriva sus investigaciones
actuales a un fin caritativo y radicalmente humanitario: la salvación del alma
de los ricos.
Propone un plan científico para desintegrar un camello y hacerlo que
pase en chorro de electrones por el ojo de una aguja. Un aparato receptor (muy
semejante en principio a la pantalla de televisión) organizará los electrones
en átomos, los átomos en moléculas y las moléculas en células, reconstruyendo
inmediatamente el camello según su esquema primitivo. Niklaus ya logró cambiar
de sitio, sin tocarla, una gota de agua pesada. También ha podido evaluar,
hasta donde lo permite la discreción de la materia, la energía cuántica que
dispara una pezuña de camello. Nos parece inútil abrumar aquí al lector con esa
cifra astronómica.
La única dificultad seria en que tropieza el profesor Niklaus es la
carencia de una planta atómica propia. Tales instalaciones, extensas como
ciudades, son increíblemente caras. Pero un comité especial se ocupa ya en
solventar el problema económico mediante una colecta universal. Las primeras
aportaciones, todavía un poco tímidas, sirven para costear la edición de
millares de folletos, bonos y prospectos explicativos, así como para asegurar
al profesor Niklaus el modesto salario que le permite proseguir sus cálculos e
investigaciones teóricas, en tanto se edifican los inmensos laboratorios.
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Camello - aguja |
En la hora presente, el comité sólo cuenta con el camello y la aguja.
Como las sociedades protectoras de animales aprueban el proyecto, que es
inofensivo y hasta saludable para cualquier camello (Niklaus habla de una
probable regeneración de todas las células), los parques zoológicos del país
han ofrecido una verdadera caravana. Nueva York no ha vacilado en exponer su
famosísimo dromedario blanco.
Por lo que toca a la aguja, Arpad Niklaus se muestra muy orgulloso, y
la considera piedra angular de la experiencia. No es una aguja cualquiera, sino
un maravilloso objeto dado a luz por su laborioso talento. A primera vista
podría ser confundida con una aguja común y corriente. La señora Niklaus, dando
muestra de fino humor, se complace en zurcir con ella la ropa de su marido.
Pero su valor es infinito. Está hecha de un portentoso metal todavía no
clasificado, cuyo símbolo químico, apenas insinuado por Niklaus, parece dar a
entender que se trata de un cuerpo compuesto exclusivamente de isótopos de
níquel. Esta sustancia misteriosa ha dado mucho que pensar a los hombres de
ciencia. No ha faltado quien sostenga la hipótesis risible de un osmio
sintético o de un molibdeno aberrante, o quien se atreva a proclamar
públicamente las palabras de un profesor envidioso que aseguró haber reconocido
el metal de Niklaus bajo la forma de pequeñísimos grumos cristalinos
enquistados en densas masas de siderita. Lo que se sabe a ciencia cierta es que
la aguja de Niklaus puede resistir la fricción de un chorro de electrones a
velocidad ultracósmica.
En una de esas explicaciones tan gratas a los abstrusos matemáticos,
el profesor Niklaus compara el camello en tránsito con un hilo de araña. Nos
dice que si aprovecháramos ese hilo para tejer una tela, nos haría falta todo
el espacio sideral para extenderla, y que las estrellas visibles e invisibles
quedarían allí prendidas como briznas de rocío. La madeja en cuestión mide
millones de años luz, y Niklaus ofrece devanarla en unos tres quintos de
segundo.
Como puede verse, el proyecto es del todo viable y hasta diríamos que
peca de científico. Cuenta ya con la simpatía y el apoyo moral (todavía no
confirmado oficialmente) de la Liga Interplanetaria que preside en Londres el
eminente Olaf Stapledon.
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Carnaval de Alemania: EEUU tratando de salvar a los ricos |
En vista de la natural expectación y ansiedad que ha provocado en
todas partes la oferta de Niklaus, el comité manifiesta un especial interés
llamando la atención de todos los poderosos de la tierra, a fin de que no se
dejen sorprender por los charlatanes que están pasando camellos muertos a
través de sutiles orificios. Estos individuos, que no titubean en llamarse
hombres de ciencia, son simples estafadores a caza de esperanzados incautos.
Proceden de un modo sumamente vulgar, disolviendo el camello en soluciones cada
vez más ligeras de ácido sulfúrico. Luego destilan el líquido por el ojo de la
aguja, mediante una clepsidra de vapor, y creen haber realizado el milagro. Como
puede verse, el experimento es inútil y de nada sirve financiarlo. El camello
debe estar vivo antes y después del imposible traslado.
En vez de derretir toneladas de cirios y de gastar dinero en
indescifrables obras de caridad, las personas interesadas en la vida eterna que
posean un capital estorboso, deben patrocinar la desintegración del camello,
que es científica, vistosa y en último término lucrativa. Hablar de generosidad
en un caso semejante resulta del todo innecesario. Hay que cerrar los ojos y abrir
la bolsa con amplitud, a sabiendas de que todos los gastos serán cubiertos a
prorrata. El premio será igual para todos los contribuyentes: lo que urge es
aproximar lo más que sea posible la fecha de entrega.
El monto del capital necesario no podrá ser conocido hasta el
imprevisible final, y el profesor Niklaus, con toda honestidad, se niega a
trabajar con un presupuesto que no sea fundamentalmente elástico. Los
suscriptores deben cubrir con paciencia y durante años, sus cuotas de
inversión. Hay necesidad de contratar millares de técnicos, gerentes y obreros.
Deben fundarse subcomités regionales y nacionales. Y el estatuto de un colegio
de sucesores del profesor Niklaus, no tan sólo debe ser previsto, sino
presupuesto en detalle, ya que la tentativa puede extenderse razonablemente
durante varias generaciones. A este respecto no está de más señalar la edad
provecta del sabio Niklaus.
Como todos los propósitos humanos, el experimento Niklaus ofrece dos
probables resultados: el fracaso y el éxito. Además de simplificar el problema
de la salvación personal, el éxito de Niklaus convertirá a los empresarios de
tan mística experiencia en accionistas de una fabulosa compañía de transportes.
Será muy fácil desarrollar la desintegración de los seres humanos de un modo
práctico y económico. Los hombres del mañana viajarán a través de grandes
distancias, en un instante y sin peligro, disueltos en ráfagas electrónicas.
Pero la posibilidad de un fracaso es todavía más halagadora. Si Arpad
Niklaus es un fabricante de quimeras y a su muerte le sigue toda una estirpe de
impostores, su obra humanitaria no hará sino aumentar en grandeza, como una
progresión geométrica, o como el tejido de pollo cultivado por Carrel. Nada
impedirá que pase a la historia como el glorioso fundador de la desintegración
universal de capitales. Y los ricos, empobrecidos en serie por las agotadoras
inversiones, entrarán fácilmente al reino de los cielos por la puerta estrecha
(el ojo de la aguja), aunque el camello no pase.
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La desintegración de capitales ya es una realidad en algunos países |
En Confabulario, 1952