"Podría decirse que la literatura indígena de América
nació signada por el fuego. Así, en su Relación de las Cosas de Yucatán,
escribe fray Diego de Landa: "Hallámosles gran numero de libros de estas sus letras,
y porque no tenían cosa que no hubiese superstición y falsedades del demonio,
se los quemamos todos, lo cual sintieron a maravilla y les dio mucha pena". Tan sistemático fue el auto
de fe que, a título de ejemplo, de la civilización maya solo se salvaron tres códices,
y los tres están hoy en museos de Europa. Si el Pop Wuj (o Popol
Vuh, como se lo vino conociendo hasta ahora) pudo llegar hasta nosotros
fue gracias a una serie de afortunados azares. Pero no quedó el manuscrito
original, sino una copia no del todo fidedigna, realizada por un misionero español:
el padre Francisco de Jiménez. Y junto con los documentos fueron eliminados los
sabios, las capas intelectuales que atesoraban y desarrollaban la herencia
cultural de las más altas civilizaciones del continente, y especialmente sus
manifestaciones más complejas y abstractas. EI resultado fue un brusco y
pronunciado retroceso evolutivo, que en el caso de los mayas, para peor, se
insertó en un período de declinación. Ya no quedó nadie para recoger tan
valioso acervo y proyectarlo hacia nuevas y fecundas formas civilizatorias. Cuando
en 1690 llegó a manos del padre Jiménez, en el actual Chichicastenango, el
manuscrito redactado por un escriba indígena hacia 1550, no restaba ya un Kí-chè
con el nivel de conocimientos necesarios como para ayudarlo a realizar una fiel
traducción al castellano. [...]
Los mitos (o la historia) de los Kí-chès habrían
empezado a contarse desde su llegada a Siwán Tinimit, la actual Guatemala,
ocurrida en tiempos anteriores a la era cristiana, transmitiéndose por vía oral
durante siglos, hasta que inventaron una escritura propia y la volcaron en
ella. Es a este libro (probablemente escrito en papel amate y plegado en forma
de fuelle, con tablillas que oficiaban de tapa) al que se refiere el "prólogo"
del manuscrito de Jiménez. Chávez encontró en el Museo Arqueológico Municipal
de Chichicastenango una muestra de esta escritura, cuyo origen establece por
una serie de elementos. Eliminados en los primeros momentos de la Conquista los
que manejaban tal escritura, y suprimidos los documentos, el libro solo pudo
reescribirse un tiempo más tarde gracias a la apropiación del alfabeto fonético
traído por el conquistador. Desde aquel manuscrito (que también se perdió, como
se dijo) hasta la copia y traducción del mismo que realizó el padre Jiménez,
transcurrió casi un siglo y medio. Sin duda el fraile lo tomó como una mera curiosidad,
desde que al parecer nada hizo por difundir su trabajo. Quizás pensase también,
como Diego de Landa, que era cosa del Diablo. [...]
Chávez comienza rectificando el nombre del Iibro,
pues Popol
Vuh no significa nada en Kí-chè. Popol Wuj, en cambio, sí. Pop quiere decir tiempo, y es el nombre
del primer mes del calendario maya. Wuj
significa libro, papel, escritura. A continuación ataca lo cosmológico,
reconstruyendo la concepción piramidal del mundo de sus ancestros por la traducción
de conceptos tales como “cúspide del cielo” y “lados del cielo”. Ya en el
terreno de la teodicea, propina un golpe mortal al mito de los gemelos, que
tanto distorsiona el texto con imágenes grotescas, que nos muestran pares de
seres realizando: siempre la misma acción, incluso algo tan singular e
impensable como engendrar un solo hijo en una sola mujer en un mismo instante. En
esta traducción, los dioses y los
personajes míticos no se dan en parejas. Explica Chávez que se tratan en todos
los casos de meras oposiciones, de construcciones lógicas típicamente indígenas
que añaden al nombre un atributo que le es propio, o el equivalente en maya del
término Kí-chè. Es decir, aquí los traductores occidentales dieron un salto
desafortunado, pasando de una simple dualidad terminológica referida a una
misma identidad a una dualidad ontológica, inspirándose acaso en otras mitologías
del continente.
"El Pop Wuj habla por y para América, es
el único documento que se escapó de la despiadada destrucción", me dice Adrián
L Chávez en una carta, como fundando la necesidad de que al menos su traducción
al castellano se difundiera a un público mayor. [...]"
Fuente: POP WUJ, LIBRO DEL TIEMPO; traducción de Adrián I. Chávez; Biblioteca de Cultura Popular; Ediciones del Sol . Buenos Aires, 1987.