Los poemas épicos o epopeyas son obras narrativas muy extensas, escritas en verso, que antes de adoptar forma escrita
circularon de boca en boca, recitadas por cantores.
Relatan hazañas de héroes, es decir, de
personajes considerados modelos en las épocas en las que un pueblo revitaliza sus
valores y su capacidad para organizarse, en muchos casos midiéndose con otros pueblos y
guerreando con ellos; en una palabra, cuando un pueblo toma conciencia de su identidad. Podría decirse que los
poemas épicos registran esas marcas
de la identidad colectiva, de la que ellos mismos
forman parte.
Los héroes de estos poemas épicos, que en algunos casos son sujetos históricos, adquieren una dimensión mítica: el narrador los exalta y hasta los endiosa; sus actitudes, acciones
y capacidades son extraordinarias. Se los muestra
como la representación máxima de lo que "debe
ser" una persona
comprometida con el destino de su pueblo. En el caso de la Ilíada y la Odisea, los dioses y semidioses también participan del mundo heroico poetizado.
La epopeya griega reúne el mito y la
historia, el relato de los orígenes del hombre con el relato de la fundación de
la nación.
Los héroes épicos o de las epopeyas cumplen
con tareas o llevan adelante acciones
que los ponen a prueba. Puede decirse que, para ellos, las acciones que realizan son pruebas. Salir victoriosos de esas pruebas es,
justamente, lo que los transforma en héroes.
El descenso al Infierno como viaje al mundo subterráneo de los muertos es un hecho
fundamental en el recorrido de los grandes
héroes de los poemas épicos clásicos. El héroe suele ir a ese lugar
buscando una respuesta, y sale de esa experiencia con un mayor conocimiento de
sí mismo: de su alma o de su destino. Ese descenso al Infierno adquiere, en la
literatura moderna y contemporánea, otras características, pudiendo presentarse
de modo más simbólico: un personaje "desciende al Infierno" cuando
pasa por una experiencia extrema, del que sale más sabio y más preparado para
comprender el mundo, a los otros y a sí mismo.