¿CÓMO SE CREAN LOS SERES FANTÁSTICOS?
Detengámonos ahora en los seres que creemos propios de ficción, ¿tienen algún rasgo en común? ¿de qué recursos se vale la imaginación para crearlos? O lo que es lo mismo, ¿cómo se crean los seres fantásticos?
Como no podía ser de otra manera, para concebir seres diferentes a los que ahora conocemos, partimos de la propia observación de la realidad. Si lo normal es que todos dispongamos de una naturaleza física corpórea, ¿por qué desechamos la posibilidad de que vivan junto a nosotros seres de naturaleza etérea a los que no podemos ver? Éste es el mecanismo de creación de los duendes, pero, ¿nos es suficiente con esta afirmación para explicar el complejo mundo de los seres fantásticos? Pues va a ser que no. Según esto, ¿cuáles serían los recursos que se utilizan para crear seres imaginarios?
El más extendido suele ser la mezcla de dos criaturas diferentes, fenómeno que se conoce con el nombre de hibridismo. Algunos híbridos muy famosos son la sirena, mezcla de mujer y pez; el licántropo, formado por un hombre y un lobo; la esfinge, con cabeza de mujer y cuerpo de león; el minotauro, mitad hombre mitad toro; o el centauro, el hombre con cuerpo de caballo. Sin embargo, y aunque éstos son los seres más conocidos, no son los únicos que comparten esta cualidad; el basilisco, los faunos, el Tengu, las harpías o las doncellas focas, entre otros, también responden a la mezcla de dos seres, incluso se dan casos de criaturas que son la mezcla de tres y de cuatro a la vez, como la mantícora, un monstruo con cuerpo de león, cola de escorpión y alas de murciélago; la quimera, una criatura con cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de serpiente; o el nuckelavee, un ser repulsivo con cabeza de hombre, cuerpo de caballo y aletas de pez.
Otro rasgo muy común es el gigantismo o exageración, que ha dado lugar a seres tan monstruosos como el Afanc, un castor gigante; la Serpiente marina, que puede llegar a medir hasta sesenta metros de largo; el Kraken, un calamar gigantesco que puede capturar con sus brazos un barco entero; o el Ave Roc, una mítica ave que alimenta a sus polluelos con elefantes.
Con frecuencia el recurso de creación de estos seres es la multiplicación de uno de sus órganos, como es el caso de Argos, el gigante de cien ojos; el del can Cerbero, el perro de tres cabezas, o el del Hecatónquiros, los monstruos de cien brazos. Como contraposición, encontramos otros en los que el rasgo más llamativo es la ausencia de algún órgano o la falta de éste, como ocurre con el cíclope y el nuckelavee, que tienen un único ojo en su frente, o como sucede con las grayas, las tres hermanas de la mitología que compartían su único ojo y su único diente.
No debemos pensar que estos recursos se dan de modo exclusivo en cada uno de los seres, pues lo común es que aparezcan mezclados varios de ellos, sólo así puede explicarse la existencia de monstruos como la Garudá, una enorme ave con cuerpo de hombre y cabeza de pájaro (hibridismo + gigantismo) o el Tifón, un ser alado, mitad hombre mitad fiera, de tamaño gigantesco, con cabezas de dragón en lugar de dedos y víboras por piernas (hibridismo + gigantismo + multiplicación de órganos).
El rasgo que domina en otros seres es la deformidad, un atributo que los convierte en criaturas temidas y despreciadas por la sociedad, como es el caso de Frankenstein, del Squonk, de los Trolls o de los Fomorianos. La deformidad es un recurso que se utiliza habitualmente con la intención de infundir miedo o transmitir repulsión, aunque también es un tópico recurrente la creación de seres deformes que son víctimas de la sociedad y que son rechazados únicamente por su fealdad. Un claro ejemplo lo encontramos en el Squonk, una triste criatura desagradable a la vista, que se oculta y lamenta su suerte porque todos se ríen de él. Otros, sin embargo, son una idealización del ser humano. Pensemos en esta ocasión en las hermosas ninfas, en las sugerentes hadas o en los fascinantes elfos.
Otro grupo lo forman los “elementales”, una serie de criaturas muy apegadas a la naturaleza y que comparten el ser una recreación de los humanos, pero con unos rasgos propios y peculiares, como es el caso de los hobgoblins, trasgos, pucks, elfos y hadas, que responden al prototipo de ser humano pero de menor tamaño, con orejas puntiagudas, pies invertidos o fuerza desproporcionada. Además de esta marca que los delata como feéricos, poseen unas cualidades mágicas que los distinguen del hombre, como es su capacidad para cambiar de apariencia a su antojo, hacerse invisibles siempre que quieren, conceder deseos o adivinar el futuro.
El hombre, obviamente, parte de la realidad para crear. Es imaginativo, eso sí, pero no puede partir de la nada como si fuera un dios, de hecho, hay muchos seres de ficción que son animales reales a los que se les ha añadido un único rasgo fabuloso, éste es el caso del Burak, la yegua alada que subió a Mahoma hasta los cielos; el Unicornio, el hermoso caballo que lleva un cuerno en su frente; el Gato de Cheshire, el gato de sonrisa cínica que se volvía invisible siempre que quería; o Pegaso, el mítico caballo alado de la mitología clásica.
Y es que el ser humano tiene mucha fantasía, pero su realidad es muy limitada: no puede volverse invisible, ni volar por sus propios medios, ni dar pasos de gigante ni tener el dominio del Tengu. Sólo en su imaginación puede ser tan fuerte como el enano, tan poderoso como el genio, tan rico como el cuélebre o tan sabio como el silfo.
de Bestiario, Agustín Celis y Alejandra Ramírez, Ed. Libsa, Madrid, 2006.
Foto ilustrativa: Sirenita de la Fuente de las Provincias, Mar del Plata (Matha Burroughs).
ACTIVIDADES PROPUESTAS:
1) Creá tu propio monstruo o ser sobrenatural teniendo en cuenta los recursos que se presentan en el texto anterior. Podés dibujarlo o usar alguna aplicación de edición de imágenes previamente y luego describirlo.
2) Buscá en tu ciudad o pueblo alguna escultura o imagen que represente a un ser sobrenatural, sacale fotos e investigá sobre él. (Podés comparar tus imágenes con otras en esta página: GazoPa).